El 30 de octubre 2011, Laure se compromete a seguir a Cristo en la Familia Azul

¡Una locura… ! Una verdadera locura para nuestro mundo y a través de mi  historia personal, el ver lo que ha ocurrido en estos últimos cinco, seis años de mi vida…

 

Un “soplo imprevisible” como dice el canto escogido para abrir la celebración de mi profesión el 30 de octubre. Celebración que quiere ser testimonio de esa fuerza que se ha apoderado de mí y que me envía, de ese amor de Dios, de ese encuentro con Cristo.

 

Un amor que va más allá de lo que es natural: amar, incluso a los enemigos, perdonar, etc.… sin embargo, eso no es natural… Cristo deposita en todo bautizado un deseo que incita a avanzar, siempre más en esa entrega de sí mismo, y ese deseo no acaba nunca de enraizarse, transciende nuestra fragilidades y nos permite atravesar las pruebas y  vivir plenamente, transmitiendo su amor y su esperanza. “¡Si sois lo que debéis ser, escribía Sta. Catalina de Siena, transmitiréis el incendio al mundo entero!” Ese amor me habrá transformado, unificado,  a lo largo de los años.

Un amor más fuerte que todas mis resistencias, que todas mis razones… Ser poseída por el amor de Dios, por Cristo, es algo que no se puede explicar fácilmente; la gracia divina se da, se recibe en el secreto de cada corazón, según nuestra historia, nuestras necesidades, nuestros deseos y ello será siempre un misterio, incluso para quien lo vive y no acaba de descubrir toda su belleza… Pero no se realiza sin combate, el combate de la criatura libre con su Creador… lucha que ha durado unos diez años, durante los cuales he terminado mis estudios, trabajado como oficial de Marina, especializada en las relaciones internacionales en el Ministerio de la Defensa , y en el Consejo de la Unión Europea en Bruselas y he luchado contra la idea de vocación religiosa posible. Debo confesar que dicha vocación puede ser hoy día algo “exótico”… Pero resulta: “que ardía en mi corazón como un fuego devorador, en lo más hondo de mi ser. Me agotaba conteniéndolo, pero no he podido.” (Jr. 20, 9)

El Señor sabe lo que pide y no llama en vano a la puerta de nuestro corazón; nos quiere felices; su mano nos conduce con infinita delicadeza, respetando nuestra libertad. Un acompañamiento espiritual me ha permitido discernir que la dicha la iba a hallar, no en lo que me parecía preferible de antemano y que parecía “normal” sino en la vida religiosa… y eso entre las hermanas de la Inmaculada Concepción de Castres… otro misterio: ¡la elección de la Congregación!... resultado de encuentros, pero “la casualidad es la forma que escoge Dios para pasar de incognito” decía J. Cocteau. Me encuentro en casa en esta Congregación; la manera que tienen de vivir la pobreza, la castidad y la obediencia evangélicas con una gran libertad y amplitud de espíritu me atañe, me anima, me envía a amar plenamente al otro, todos los otros y particularmente los más débiles de entre nosotros, los más desfavorecidos.

A través continentes y  barreras de lenguas y culturas, con sencillez y discreción, las hijas de Emilie de Villeneuve, dan el testimonio de un celo misionero siempre al acecho en el mundo entero, incluso en una vida religiosa europea de hermanas mayores. La Verdad, la Palabra se viven de forma justa, ¡una gran belleza! ¡Demos gracias a Dios!

 

Un amor que no he descubierto con la fe: he sido educada, nutrida, he crecido en una familia en donde había vida (¡familia meridional!) en la cual hay también y sobre todo mucho amor, respeto, libertad, profundidad… y no sigo enumerando para no prolongar…

Esta profesión llega al término de un camino, que ha elegido un rumbo el 30 de octubre. He escogido como símbolos de profesión una mochila y una rosa: la mochila para significar ese camino y también explicitar ese voto de no instalarme ni física, ni interiormente, de no dejarme esclavizar por seguridades, intuiciones, sentimientos, opiniones, de guardar un corazón disponible, abierto a nuevas aventuras y todo ello en el amor, simbolizado por la rosa.

 

Una rosa tiene espinas “para defenderse contra los tigres” dirá el Principito, que le contesta: ”¡Pero en mi planeta no hay tigres! “ En el nuestro si los hay… en torno nuestro, en nuestra vida cotidiana… sin ir más lejos: tengo a menudo muchos tigres dentro de mí… Mis defensas personales no son las espinas, sino la decisión de hacer los votos de pobreza, castidad, obediencia, disponibilidad para servir a los más débiles, también con vuestra ayuda, vuestra oración, el cariño de todos los que me rodean y sobre todo con  la gracia de Dios. Os confío ese deseo ardiente que El me da hoy de unirme a El más intensamente mediante la profesión religiosa.